El monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco fue un antiguo monasterio de España que se encuentra en el Valle de Manzanedo, actual provincia de Burgos, junto al río Ebro, en el territorio donde tuvo su origen el primitivo Condado de Castilla.
La comunidad que en el siglo XIII se trasladó hasta el Valle de Manzanedo había ocupado un pequeño cenobio en Quintanajuar, en el Páramo de Masa, de donde se trasladaron a finales del siglo XII a San Cipriano de Montes de Oca (La Rioja). Cuando a comienzos del siglo XIII, hacia el año 1204, llegaron al Valle de Manzanedo ocuparon lo que era el antiguo monasterio de Rioseco, perteneciente al patrimonio de la comunidad de Quintanajuar desde el año 1171 en que lo recibieron como donación de los descendientes de Martino Martini de Uizozes (Martín Martínez de Bisjueces).
No existen noticias anteriores de este antiguo monasterio situado en una pequeña explanada al norte de donde se establecieron definitivamente hacia el año 1236, y cuyas ruinas todavía se pueden visitar. En el lugar ocupado por el primitivo monasterio de Rioseco todavía se pueden ver las ruinas de la iglesia conventual, que, después del traslado al nuevo monasterio, fue la parroquia de Nuestra Señora de Parrales.
Al parecer, como consecuencia de la grave inundación que sufrió el monasterio en 1216, se organizó el traslado a un solar próximo situado en una zona algo más elevada. El traslado a la que sería la definitiva ubicación de esta comunidad cisterciense se hizo en 1236. En el siglo XIV, Rioseco formaría uno de los más potentes patrimonios económicos de los cistercienses castellanos. Seguirían años de penuria y crisis a mediados del siglo XV y años de crecimiento como en el siglo XVII.
Desde 1808 a 1809 las tropas francesas alojadas en Medina embargaron buena parte de los granos almacenados, y desde este último año hasta el 29 de junio de 1814 los monjes tuvieron que exclaustrarse. Aunque volvieron a él, no duraron mucho ya que, el 29 de octubre de 1820, durante el Trienio Liberal, «los comisarios del gobierno revolucionario tomaron posesión de este monasterio». En pública subasta celebrada en Villarcayo, serían vendidos buena parte de sus bienes. El monasterio quedó sin vender. Abandonado, fue en parte aprovechado por la gente del lugar como almacén, parroquia y cementerio.
En 1855, a falta de licitantes, Francisco Arquiaga, comisario provincial de la subasta, cargó con aquella belleza inútil y desolada. Arquiaga desde el principio cedió el templo para el culto, estando éste magníficamente equipado: retablos, cuadros, órgano, pila bautismal, etc., hasta que su nieta Margarita Arquiaga lo cedió a la Archidiócesis y comenzó su expolio, saqueo y degradación. Según cuentan algunos vecinos del valle, algunas de las estatuas de santos de la orden sirvieron hace años de relleno de la cercana presa del Ebro.
La puerta principal estaba bajo la llamada Torre del Abad. En el siglo XX, tras el abandono del conjunto y debido al expolio de la portada renacentista, se vinieron abajo varias paredes de la torre y hoy ese acceso está inutilizado. Afortunadamente existe una fotografía en el Archivo de la Diputación de Burgos que nos muestra la clasicista puerta con arco de medio punto y columnas que sustentan un frontón triangular.
Su claustro es de estilo herreriano y conserva una preciosa escalera de caracol. Aún se mantienen los muros de la iglesia en pie, y las bóvedas conservan algunos restos de policromía. Su cartulario se conserva en el Archivo Histórico Nacional (códice 91B).
Dado su estado de abandono, figura en la Lista roja de patrimonio en peligro, que la asociación Hispania Nostra empezó a elaborar en el año 2006.
Ante la pasividad de las instituciones un grupo de voluntarios, encabezados por el párroco del Valle de Manzanedo, se propusieron salvarlo y la semana del 1 al 6 de agosto de 2011 recuperaron el interior de la iglesia con unos resultados óptimos. Del 6 al 12 de agosto de 2012 restauraron parte del claustro. Del 5 al 11 de agosto de 2013 fue la tercera semana del voluntariado. Este año los voluntarios del monasterio de Rioseco siguieron reconstruyeron distintas partes del monasterio pero es de destacar la recuperación y colocación de la antigua lápida con escudo de Cristóbal Varona Sarabia junto a la ya existente de su esposa Doña Catalina de Murueta.3 Los trabajos, en los que participaron diariamente casi medio centenar de voluntarios procedentes de localidades del entorno y de lugares como Madrid, Barcelona o Bilbao, tuvo como fin liberar los ojos del claustro, tapiados desde los años 40 del pasado siglo, cuando se alquiló este espacio para guardar ganado y se taparon los arcos para que el ganado no entrara a la iglesia. Estas labores fueron sufragadas con donativos, que permitieron alquilar máquinas de obra para desescombrar los materiales más pesados.
Se ha publicado además el libro Santa María de Rioseco. El monasterio evocado, de Esther López Sobrado. Los beneficios obtenidos con su venta se dedican a la restauración de la sala capitular del monasterio.4 Profesores y alumnos del Instituto de Enseñanza Media Merindades de Castilla de Villarcayo han desarrollado el proyecto «Salvemos Rioseco», premiado por Educación, y como parte del mismo durante los fines de semana de julio y agosto hay visitas guiadas efectuadas por estos alumnos en las que se puede apreciar la mejoría de este monasterio, aún en peligro de desaparecer.
Otras Imágenes del Monasterio 2
Textos Wikipedia