Santoña es una villa que se encuentra en la zona oriental de Cantabria (España), en la comarca de Trasmiera; está situada en la bahía de su nombre, al pie del monte Buciero. Dista unos 48 kilómetros de la capital autonómica, Santander. Santoña era conocida en la Edad Media con el nombre de Puerto o Puerto de Santoña, y así consta en muchos documentos.
El municipio está rodeado casi en su totalidad por el Mar Cantábrico; limita al norte con la playa de Berria, al sur con la playa de San Martín, al este con el monte Buciero y al oeste con los municipios de Argoños, Escalante y Bárcena de Cicero. En esta orientación se sitúan el puerto pesquero y la nueva sección de puerto deportivo y las Marismas de Santoña, que junto con las de Victoria y Joyel constituyen la Reserva Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel.
El topónimo de Santoña es anterior a la conquista romana, anterior al nombre de Portus que le dieron los romanos. El origen de la palabra puede ser celta, derivado de una gens de la tribu de los sanntones o Sántonos, asentada en el suroeste de la Galia.
Desde muy antiguo en los documentos que citan esta zona se habla de Santoña refiriéndose al monte, mientras que el núcleo de población que fue creciendo al amparo del primitivo cenobio respondía al nombre de Puerto. También en época del conde castellano Sancho García se conocía el lugar como el peñate de Sancta Onia en una desfiguración del topónimo. El conde proclamaba el peñate como una propiedad del abad y la abadesa del monasterio de Oña, al mismo tiempo que lo repoblaba con gentes que se dedicaban al comercio y a la pesca de la ballena.
En 1579, cuando el rey Felipe II firmó la Cédula Real para que pasara a ser villa de realengo, el escribano Diego de Puerta la inscribe con el nombre de Puerto de Santoña. Así viene llamándose y así se registra en el catastro del Marqués de la Ensenada en 1753. Años más tarde, todavía en el siglo XVIII desapareció el nombre de Puerto, quedando tan solo el de Santoña.
El monte de Santoña ocupa una superficie mayor que la mitad del total del municipio. En tiempos pasados sus laderas estaban roturadas con terrazas que se aprovechaban para el cultivo. Los cultivos desaparecieron y su vegetación ha crecido como sotobosque y matorral, con laureles, endrinos, avellanos, hayas, robles, encinas, acebos, madroños, con gran presencia del brezo y argoma que en Cantabria se llama escajo. La base del monte por el lado que da al mar está configurada por una costa irregular y sinuosa que ofrece un gran acantilado. Rodeando el monte por su lado sur se encuentra la playa de San Martín, que es la entrada a la bahía. Frontero a esta playa aparece un arenal llamado El Puntal, perteneciente a esta misma localidad a pesar de encontrarse en la zona de Laredo. Con la playa de San Martín comienza la ciudad por la parte sur.
Los acantilados son rocosos y escarpados y su vegetación varía según esté la zona más o menos alejada del mar. En las partes más altas puede crecer el matorral bajo, formado por brezos y tojos, mientras que en la parte baja del monte existe una vegetación que soporta bastante bien la salinidad cercana del mar.
La fauna ha sido desde siempre rica y variada. Hay mamíferos (zorro, tejón, comadreja), reptiles (lagarto verde, víbora), aves, tanto de tierra adentro como marinas (gaviotas, alcatraces, cormorán, espátulas, zarapitos, etc.).
La composición caliza del monte ha dado lugar a la formación de cavernas y torcas, que han sido agujeros especialmente atractivos para los hombres prehistóricos, que dejaron en ellos la huella de su paso, ampliamente estudiada por los especialistas con la ayuda y soporte de la Universidad de Cantabria. Son varias las cuevas descubiertas y estudiadas (detalladas en Historia de Santoña).
En el límite oeste del municipio se encuentra otro monte, llamado el Brusco, de una altitud de 250 msnm y hacia el Sur oeste el monte Montehano, ya en el municipio de Escalante, donde está el Convento de San Sebastián de Hano. En este convento están sepultados los restos de Bárbara Blomberg, madre de Juan de Austria.
El municipio de Santoña está formado por tres núcleos de población: Santoña, El Dueso y Piedrahita. El Dueso y Piedrahita son dos barriosnota 1 mientras que Santoña forma el núcleo principal. En la Edad Media el poblamiento principal de Santoña estaba compuesto por barrios próximos unos de otros y unidos por una serie de caminos que iban a dar a la calzada principal. Esta calzada empezaba en la iglesia de Nuestra Señora del Puerto y llegaba hasta las afueras del término municipal.
Estos núcleos urbanos están situados al pie de la gran elevación que hay al este, conocida como Monte de Santoña.
La bahía de Santoña estuvo habitada por el hombre desde el Paleolítico Superior, según indican los yacimientos encontrados en el monte santoñés, estudiados minuciosamente en los últimos años del siglo XX. Se han encontrado utensilios sobre soporte de piedra y arte rupestre en las cuevas del Perro y de San Carlos.
La romanización se llevó a cabo en Santoña a la par que en toda la costa cántabra. Según mención de las fuentes clásicas este lugar pudo ser Portus Vereasueca, Portus Blendium o Portus Victoriae, no sabiendo hasta la fecha cuál fue exactamente. Por las excavaciones hechas en la zona de la iglesia y por el nivel romano sellado encontrado, con la suma de restos de cerámica de gran valor y monedas, se sabe que hubo un asentamiento importante en la segunda mitad del siglo I, sin duda al amparo de las actividades del puerto desde el que se tenía comercio con el sur de la Galia.
En la Alta Edad Media Santoña tendría un núcleo de población muy probablemente alrededor de un primitivo cenobio. Cuando realmente este núcleo entró en la historia fue en 1038, con la intervención del abad Paterno que restauró el monasterio, reorganizó la comunidad religiosa y llevó a cabo una intensa tarea de repoblación. Así fue como aumentó el número de habitantes, se levantaron casas, se cultivó la tierra y comenzó para Santoña la verdadera vida como población. Muchos historiadores consideran al abad Paterno como el verdadero fundador de Santoña.
En la Edad Moderna, Santoña participó con hombres y con naves en la hazaña del Descubrimiento de América. Juan de la Cosa (del linaje santoñés de la Cosa) tomó parte activa en este acontecimiento siendo el maestre de su propia nao Santa María (o Marigalante según algunos autores8 ) acompañado de otros 3 lugareños.
En el siglo XX durante la Guerra Civil Española fue escenario de un hecho que llegaría a alcanzar gran trascendencia política e ideológica; se trata de la rendición de los batallones nacionalistas vascos en el denominado Pacto de Santoña (1937).
A partir de los últimos 20 años del siglo XIX comienza una época de transformación y desarrollo en el sector industrial y pesquero que continúa durante los 30 o 40 primeros años del siglo XX. Este desarrollo se debió a una serie de circunstancias favorables de las que cabe destacar las adecuadas infraestructuras conseguidas en el puerto, la llegada de industriales y salazoneros italianos y la desgravación del impuesto sobre la sal a partir de 1869.
Durante todos estos años el puerto de Santoña estuvo considerado como el principal puerto pesquero conservero y salazonero, aunque todavía no había entrado la industria de la anchoa fileteada y conservada en aceite. Paulatinamente fueron tomando importancia las empresas de salazón y conserva mientras que las de escabechado mostraban un franco retroceso, aunque hubo fábricas que continuaron con este sistema a la vez que con la salazón y conserva. La salazón tanto de marcas italianas como españolas se exportaba a Italia por vía marítima: Génova, Nápoles, Livorno.
Tanto las fábricas como las viviendas de los conserveros fueron apareciendo en la zona destinada para esta industria, delimitada por una línea desde la dársena de la calle de Juan de la Cosa, Rentería Reyes, Ribera (hoy Juan José Ruano), Abad Paterno hacia el norte hasta llegar a la calle de La Verde. La calle llamada de la Ribera fue sede de bastantes fábricas, tanto en el pasado como a mediados del siglo XX. Uno de los conserveros que tuvo aquí su factoría fue Vella que levantó en 1910 un gran edificio con fábrica, oficinas y vivienda. Otro conservero importante de esta calle fue Germán Bravo, en 1982, proveedor de la Real Casa y que obtuvo premios en varias exposiciones. Después de la Guerra Civil Española tuvo su fábrica en esta misma calle, haciendo esquina con la plaza de Abastos el conservero de anchoas en aceite Juan Collado, cuya producción era prácticamente exportada al extranjero. En el solar de la fábrica se encuentra hoy un supermercado.
La industria de la anchoa
La salazón es una técnica de semiconserva, por tanto perecedera. La salazón de la anchoa puede almacenarse y esperar su salida pero no por mucho tiempo. A finales del siglo XIX y principios del XX las anchoas se vendían en salazón a la industria de hostelería y a los restaurantes de Italia, donde procedían a la segunda elaboración que consistía en limpiarlas y sobarlas, añadiendo una cobertura de aceite o algún otro producto. De esta manera se presentaban al consumidor. La Primera Guerra Mundial afectó el transporte marítimo y con ello las exportaciones, todo lo cual repercutió en el almacenaje de la salazón. Se corría el peligro de perder las grandes producciones y era necesario buscar una solución. La solución vino dada por el salazonero y pionero Giovanni Vella Scatagliota, oriundo de Trapani en Sicilia. Este profesional se inventó en 1915 la solución de preparar los filetes de anchoa en la propia fábrica, sobándolos y dándolos un cubrimiento, primero de mantequilla y pasado el tiempo, de aceite de oliva, tal y como se presentaban para el consumo. Con este doble trabajo, primero salazón y luego preparación y soba de la anchoa se podía tener listo el producto sin miedo a que se echase a perder en los barriles de exportación.
Para llevar a cabo la fabricación del filete de anchoa in situ, Vella tuvo que hacer un replanteamiento de su fábrica, además de ampliar el periodo laboral, lo cual supuso un gran avance en la economía de las gentes trabajadoras que se vieron con unos contratos anuales en lugar de ser temporales. Tras el periodo de salazón venía el de preparación y soba de los filetes y después el enlatado, clasificación etc. La idea cundió pronto y muchas de las fábricas santoñesas dejaron de ser solamente de salazón para evolucionar añadiendo el proceso del filete en aceite. Una vez elaboradas así las anchoas se exportaban al gremio de hostelería de toda Europa y de Estados Unidos. El consumo nacional llegó años más tarde.
A partir de los años 50 se extendió en España el consumo del filete de anchoa en aceite. La mayor expansión se dio entre los años 1960 y 1970, siendo por entonces Cantabria, y en especial Santoña, la principal región exportadora de la anchoa en salazón y en aceite. Contribuyeron a este auge las buenas costeras que se dieron en esos años. Además de las grandes fábricas aparecieron las llamadas fabriquines, pequeñas industrias familiares que aparecían y desaparecían según las situaciones. En 1960 aparecieron 118 de estas fabriquines, 28 de las cuales pertenecían a súbditos italianos.
A partir de 1970 se empezó a encarecer la anchoa, decreciendo el mercado de hostelería. Por entonces los fabricantes lanzaron su producto al consumo directo de compradores particulares, en pequeños formatos que tuvieron un gran éxito. Pero los problemas internacionales de limitaciones en captura, los problemas nacionales de salarios, costo de los materiales etc., dieron lugar a una etapa de decadencia.
En los años 1990 el sector conservero afrontó la crisis con grandes esfuerzos y con la ayuda y subvenciones de la Administración y del Gobierno de Cantabria, haciendo inversiones en la construcción de nuevas fábricas con mejores instalaciones. Estas nuevas fábricas se levantaron en el polígono industrial fuera del casco urbano tomado parte en la Asociación de Fabricantes.
Al comenzar el siglo XXI se manifestó la crisis de la costera dando lugar a la importación de la anchoa proveniente de otros mares. La producción del filete de anchoa presentada en formatos de diferente calibre es en estos primeros años del siglo XXI fue un gran éxito comercial, pese a todas las vicisitudes por las que está pasando el gremio.
Realizamos una visita por el Parque natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel
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