El molino de marea de La villa fue construido por el concejo de la villa de Argoños en la segunda mitad del siglo XVII. Una de sus características es la gran longitud del muro de su presa de unos 500 metros.
El edificio mide aproximadamente 26 metros por 8 de anchura y es de una sola altura. Se compone de dos partes bien diferenciadas: la obra hidráulica y el recinto de trabajo.
En la actualidad, se conservan algunas estructuras de los muros y gran parte de su dique.
El molino de marea de Jado o Pumarejo pudo tener un origen medieval. Tiene tres grandes arcadas facturadas a base de grandes sillares de piedra caliza.
La planta es rectangular y las fachadas presentan fábrica de mampostería y de sillería para los esquinales. En el lado sur hay tres vanos dispuestos a diferentes alturas mientras que las puertas de acceso al interior se sitúan en las caras laterales y son adinteladas, rectangulares y estrechas.
El mar Cantábrico experimenta mareas muy fuertes, que dos veces al día provocan oscilaciones del nivel del agua que van desde los 80 cm de una “marea muerta” a los 4’5 m de una “marea viva”. Esta es la causa por la cual la ría de Argoños aparece unas veces llena y otras vacía de agua, o apreciamos en la playa que la orilla se acerca o aleja.
Desde tiempos muy antiguos, en estas costas se ha utilizado la fuerza de las mareas para mover molinos, embalsando el agua con la pleamar y liberándola en la bajamar sobre los rodeznos de impulsión. Aunque sin duda las hubo más antiguas, estas instalaciones se extendieron por todas las rías de la costa cantábrica en el siglo XVII, con la introducción del cultivo de maíz.
Uno de ellos, el molino de Jado, en el barrio de Ancillo (Argoños), ha sido recuperado recientemente, rehabilitado y transformado en un centro de interpretación de la marisma, su naturaleza y el modo de vida de sus habitantes. El molino se encuentra abierto a los visitantes todo el verano (fuera de estación se puede concertar la visita) y muestra su funcionamiento siempre que la marea lo permite.